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1 julio 13:00
Editoriales y opiniones

Reflexiones presupuestarias de la opinión pública rumana (junio de 2025): prioridades, disonancias e implicaciones para las políticas públicas

Cristian Pîrvulescu, decan Facultatea de Științe Politice, SNSPA
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Opiniones
Foto: Inquam Photos / Ilona Andrei

Lectura crítica de los perfiles sociodemográficos en BarómetroINSCOP - Informat.rode junio de 2025 sobre gasto público, capítulo propuesto por FSP-SNSPA.

El presupuesto no es sólo una tabla, sino un mapa de esperanzas y frustraciones colectivas

Cuando se pregunta a los ciudadanos cómo debe asignarse el presupuesto público, no responden como economistas, sino como miembros de comunidades marcadas por experiencias selectivas, desconfianza sistémica y memoria social conflictiva. Los resultados del Barómetro INFORMAT.ro - INSCOP de junio de 2025, que traza un mapa de las preferencias de la población en cuanto a la asignación del gasto público, ofrecen una imagen engañosamente coherente: la educación, la sanidad y la agricultura son las áreas favoritas para la inversión, mientras que la política exterior, la asistencia social y el orden público aparecen como áreas simbólicamente sacrificadas.

Pero detrás de estas aparentes preferencias, los ciudadanos no son conscientes de la importancia de la política exterior.

Pero detrás de estos aparentes consensos, emerge una geografía mucho más tensa: una sociedad axiológicamente fragmentada en la que la solidaridad es negociable y las prioridades presupuestarias reflejan una compensación a la desconfianza, no un modelo de desarrollo coherente.

Este texto propone una lectura sociopolítica crítica de la encuesta, explorando:

    • las contradicciones entre las percepciones redistributivas y el imaginario social del desempeño institucional;
    • el papel de la educación como "presupuesto metafísico" de esperanza en el futuro;
    • y las fisuras ideológicas que recorren el electorado, enmascaradas por los resultados mayoritarios.

    1.Prioridades ilusorias y solidaridades condicionadas

    La encuesta de junio de 2025 parece, en una primera lectura, indicar una sociedad con prioridades claras y una jerarquía "racional" de áreas de inversión pública en la que la educación ocupa el primer lugar con un 82,6%, seguida de la sanidad con un 74,7% y la agricultura un 74,1%. Estas cifras casi plebiscitarias podrían interpretarse como signos de maduración cívica. Pero un análisis detenido de los perfiles sociodemográficos y de las contradicciones internas sugiere, en realidad, una sociedad que demanda más Estado, pero que muestra una creciente desconfianza en la capacidad redistributiva del mismo.

    De ahí la falsa convergencia que indican los datos de este sondeo, pues cuando casi todos piden "más", nadie confía en la forma y la lógica de la asignación presupuestaria. Por ejemplo, la mayoría del apoyo al aumento del gasto en educación procede de personas con estudios superiores, residentes en grandes ciudades y empleados del sector público, es decir, exactamente las categorías más expuestas a la realidad disfuncional del sistema educativo. Así pues, el aumento del presupuesto no es señal de una visión nacional coherente, sino de una demanda de reparación y protección procedente de quienes creen entender mejor el estado de la educación.

    La misma lógica es también visible en la percepción de la sanidad, donde mayores de 60 años, votantes del PNL y residentes en Bucarest reclaman un aumento de las asignaciones presupuestarias. No se trata de una concepción del bienestar público universal, sino de una expresión defensiva de la vulnerabilidad. El sondeo no mide únicamente las opciones presupuestarias, sino que indica una verdadera psicología colectiva de supervivencia frente a un Estado precario.

    La salud es una cuestión de salud pública.

    Al mismo tiempo, el bienestar social revela el éxito de tres décadas de exposición a las narrativas neoliberales sobre la relación entre la economía de mercado liberada de las restricciones sociales y las causas de la pobreza. Es el ámbito que sufre el mayor rechazo, ya que una cuarta parte de los encuestados, el 25,4%, pide recortes en el presupuesto de bienestar y sólo el 44,8% desea aumentarlo. Esta división indica una profunda erosión de la confianza pública en la solidaridad mediada institucionalmente. Aunque Rumanía tiene altos niveles de pobreza y desigualdad, la percepción pública está dominada por narrativas de abuso, parasitismo y clientelismo. Esto es sintomático de una sociedad que ha interiorizado una ideología truncada del mérito, en la que sólo algunas categorías son percibidas como "dignas" de protección, mientras que otras son excluidas de la comunidad moral.

    Remus Ștefureac observa pertinentemente en el comunicado del INSCOP que "la tensión entre el apoyo teórico a la asistencia social y la apertura a los recortes en este ámbito indica una crisis de confianza en la eficacia de la redistribución". Esta crisis no es sólo técnica, sino también normativa, y refleja la erosión del llamado pacto social en favor de un "minimalismo moral" en el que cada cual se las arregla por su cuenta.

    2.La educación como presupuesto metafísico: esperanza, mérito e ilusión de movilidad social

    Volviendo a la educación, cuando el 82,6% de los rumanos dice querer más dinero para la educación, no expresa un consenso pedagógico ni una visión sistémica. Expresa un deseo colectivo de salir del callejón sin salida, una proyección simbólica de salvación social en ausencia de otros horizontes creíbles. La educación funciona aquí como presupuesto metafísico, como sustituto de la falta de confianza en la redistribución, la justicia o el rendimiento del mercado.

    La paradoja es que son precisamente aquellos que han sido, hasta cierto punto, integrados a través de la educación (los altamente educados, los urbanos, los altamente urbanizados) los que más se hacen oír en su demanda de mayores presupuestos. Mientras que los grupos desfavorecidos, que se beneficiarían directamente de un sistema educativo más equitativo, se muestran más reservados o ausentes del ámbito de las reivindicaciones. La educación ya no se percibe como un medio de equilibrio social, sino como un instrumento de diferenciación simbólica, una forma de capital moral que legitima las desigualdades existentes.

    Esta dinámica está profundamente marcada por una versión distorsionada de la meritocracia, en la que el mérito se presupone, no se construye, y en la que la inversión pública en educación se desea en la medida en que valida una jerarquía ya interiorizada.

    Aunque la encuesta no evalúa directamente la confianza en la movilidad social, las respuestas sobre educación la reflejan indirectamente. En una sociedad en la que la confianza en las demás instituciones es escasa, la educación sigue siendo el único ámbito en el que puede anclarse la esperanza. Pero es una esperanza melancólica, casi divorciada de la realidad: la nostalgia de un contrato social que nunca se ha cumplido.

    Así que "más dinero para la educación" no significa, en la percepción pública, reforma curricular, inversión en formación del profesorado o infraestructuras rurales. Se trata más bien de una demanda difusa de restauración del sentido, una forma de compensación simbólica ante el derrumbe de otros hitos institucionales.

    3.Orden y miedo: cuando el presupuesto se convierte en defensa simbólica

    Si la educación es la proyección de la esperanza, el orden público es la expresión del miedo. Casi el 44% de los rumanos pide un aumento del presupuesto de orden público, mientras que el 15,9% preferiría una disminución. En este contexto, se articula una geografía simbólica de la inseguridad, especialmente urbana y femenina, que transforma las inversiones en policía y gendarmería en un ritual de apaciguamiento colectivo.

    La paradoja es que la ley y el orden no son un ámbito popular en el discurso cívico, sino que se toleran como un mal necesario. No hay grandes campañas a favor de "una policía más eficaz" o "un sistema penitenciario mejor financiado" en el debate público. Sin embargo, la percepción de riesgos sociales -ya sean migraciones, delincuencia, protestas o caos urbano- activa un reflejo conservador que se traduce en apoyo presupuestario.

    Muy especialmente entre los votantes del PSD y en Bucarest, el orden se valoriza como una barrera simbólica contra el desorden social. Es un presupuesto de prevención imaginaria, diseñado no tanto para resolver problemas reales como para dar la ilusión de una sociedad controlable.

    ¿Quién quiere más orden? ¿Quién no?

    Un análisis por categorías muestra que las mujeres y las personas mayores son más proclives a apoyar un aumento del presupuesto destinado a la ley y el orden, y esto no refleja una ideología autoritaria, sino una vulnerabilidad percibida.

    Por otro lado, las mujeres y las personas mayores son más proclives a apoyar un aumento del presupuesto destinado a la ley y el orden.

    Por otro lado, los jóvenes, los usuarios de TikTok y los votantes de USR/AUR se muestran más reticentes. Probablemente ven a las instituciones policiales como potencialmente abusivas, una forma de control o de preservación del statu quo. Así, el sondeo configura una fractura silenciosa entre las generaciones y el imaginario de la autoridad, que puede convertirse en política en contextos de crisis.

    4.Presupuestos sacrificados: asistencia social y política exterior bajo la deslegitimación

    En un momento en el que la crisis del coste de la vida, la migración y la fragilidad de las redes de apoyo son omnipresentes, la encuesta muestra una profunda ambivalencia social hacia la solidaridad: una cuarta parte de los rumanos pide recortes en la asistencia social, mientras que sólo el 44,8% apoya aumentarla. En un país con altos niveles de pobreza infantil y exclusión, este reflejo es sintomático del colapso del consenso redistributivo.

    Detrás de esta preferencia no está la austeridad económica, sino la hostilidad moral hacia ciertas categorías percibidas como "ilegítimas": gitanos, asistidos crónicos, inmigrantes, pensionistas considerados "demasiado numerosos" o madres solteras estigmatizadas. Estamos ante una moralización del presupuesto, de modo que no es la eficacia sino la "limpieza" simbólica lo que se exige. La asistencia social se convierte así en un ámbito de sospecha, en el que cada céntimo gastado debe justificarse públicamente más que un contrato de infraestructuras.

    5.La política exterior: un lujo percibido

    Peor aún es la situación de la política exterior, donde sólo el 31,4% pide aumentos y el 24% recortes. Esta cifra podría parecer natural en una sociedad marcada por las carencias internas, pero se vuelve problemática si tenemos en cuenta el contexto geopolítico: guerras fronterizas, negociaciones europeas clave, crisis regionales.

    No por casualidad, el apoyo a la diplomacia procede de los menores de 30 años, de las personas con estudios superiores y de los votantes de USR y PNL, es decir, precisamente de los grupos que piensan en Rumanía en términos globales, vinculados a las alianzas, la migración y el futuro europeo. Los demás -la mayoría- parecen ver la política exterior como un apéndice inútil de una administración en cualquier caso ausente. El presupuesto de política exterior se convierte así en el símbolo de una élite que habla lenguas extranjeras pero no arregla las aceras.

    6.Conclusiones: entre el estado deseado y el estado tolerado

    El barómetro del INSCOP de junio de 2025 no sólo nos muestra lo que piensan los rumanos sobre los presupuestos. Nos muestra lo que queda de la idea de contrato social en una sociedad cansada de promesas, axiológicamente polarizada y funcionalmente fragmentada.

    En apariencia, tenemos una sociedad que exige más Estado: más educación, sanidad, infraestructuras, incluso cultura. En realidad, tenemos una sociedad que quiere un Estado selectivo, un Estado protector sólo para los considerados "dignos" de protección. La protección social y la política exterior son las primeras víctimas de esta visión. No sólo están simbólicamente infrafinanciadas, sino moralmente deslegitimadas en nombre de una meritocracia disfuncional y un nacionalismo pragmático.

    El gasto presupuestario se convierte así en un acto de juicio público: ¿quién lo merece, quién no? Quién es percibido como útil, productivo, vecino? Quién queda fuera del perímetro de la compasión colectiva?

    Detrás de las puntuaciones porcentuales se vislumbra una sociedad atrapada entre dos lógicas opuestas:

      .
      • una basada en la solidaridad social universalista (todavía un ideal abstracto)
      • .
      • y la de un utilitarismo simplista, casi tribal, que impone la condicionalización presupuestaria o la eliminación de los percibidos como "de más"."
      • Esta tensión entre el Estado deseado (reparador, protector, eficiente) y el Estado real (clientelista, fiscalizador) genera una crisis del imaginario político: los rumanos piden "más" sin creer realmente que lo obtendrán. Y, quizá peor, sin creer que todos deban obtenerlo.

        Posdata: ¿Qué hacemos con estos datos?

        Para un responsable político o un estratega gubernamental, los datos de esta encuesta sólo son útiles si se interpretan críticamente. No podemos hacer política basándonos en ilusiones de consenso. Lo que parece una lista de prioridades es, en realidad, un mapa de disonancias sociales y conflictos de legitimidad latentes.

        La verdadera pregunta no es si los ciudadanos están de acuerdo o no.

        La verdadera pregunta no es "¿dónde queremos aumentar el presupuesto?", sino "¿a quién más estamos dispuestos a incluir en la comunidad redistributiva?". Hasta que no respondamos a esa pregunta, todos los presupuestos seguirán siendo imaginarios.

        Cristian Pîrvulescu

        Sobre los datos analizados

        La fuente de estas reflexiones del capítulo sobre la percepción de las asignaciones presupuestarias fue el Barómetro de Investigación INFORMAT.ro - INSCOP realizado entre el 20 y el 26 de junio de 2025 sobre una muestra representativa a nivel nacional de 1150 encuestados, utilizando el método CATI, con un error de ±2,9%. El objetivo de este capítulo propuesto por FSP-SNSPA era evaluar la percepción pública de las prioridades de asignación del presupuesto público en 12 áreas estratégicas.

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