Darie Cristea es vicedecana de la Facultad de Sociología y Trabajo Social de la Universidad de Bucarest y directora de investigación de INSCOP Research.
Por lo general, los ciudadanos desconfían de los sondeos de opinión en años electorales.
Aunque el público en general no está satisfecho y desconfía de las encuestas de opinión en años electorales, tenemos que admitir que las discrepancias entre las cifras publicadas por diferentes encuestas en los últimos dos meses aproximadamente son más extrañas de lo habitual. Una de las explicaciones, la más razonable y comprensible, por no entrar en las demás, tiene que ver con la base sobre la que se informa de la distribución de los votos. Básicamente, los porcentajes con los que un instituto decide hacer pública una estimación del reparto de votos entre candidatos/partidos dependen de una estimación de la participación. Y esto, a su vez, significa una estimación del porcentaje de participación, pero también cómo se identifica esta participación (con qué pregunta, variantes de respuesta, otros cálculos, cruce de variables, etc.). Los periodistas y el público también harían bien en prestar más atención a estos datos, que son absolutamente necesarios si queremos comparar diferentes encuestas, y si los datos sobre una previsión de voto no vienen acompañados al menos del nivel de participación a partir del cual se ha calculado, habría que ponerlos en "a evitar".
Por supuesto que hay una dinámica de opinión política, y por supuesto que a medida que te acercas a la fecha de las elecciones la estimación de participación se estrecha, los sujetos que realmente tienen intención de votar se hacen más identificables, las opiniones se hacen más firmes. Al fin y al cabo, incluso el mercado político está mejor estructurado más cerca de la fecha de las elecciones, se sabe quién se presenta, los mensajes son más claros, se asumen las actividades de campaña, y no se haría campaña electoral si no se intentara influir en las opiniones políticas cotidianas. Estos cambios y evoluciones son rastreables si se siguen varios estudios realizados honestamente por el mismo equipo, y pueden entenderse por referencia a los acontecimientos sociales o al comportamiento en campaña de los respectivos actores políticos. El año electoral de 2024 fue muy especial precisamente por la "alineación" de los cuatro tipos de elecciones (europarlamentarias, locales, parlamentarias y presidenciales). Bromeaba en un artículo anterior diciendo que en Rumanía, en lugar de tener un año electoral cada cuatro años habituales, teníamos tres años electorales sucesivos cada un año de tranquilidad. Ahora tienen las cuatro elecciones posibles en un año, así que quien salga bien parado en el año de las megaelecciones de 2024 tendrá un largo reinado sin elecciones. ¿Qué significará esto para la paz social en Rumanía? No lo sabemos. En la Rumanía post-decembrista, las elecciones parlamentarias siempre se han celebrado medio año después de las locales, lo que siempre ha llevado a que estas últimas se politizaran más de lo debido, y también a que se utilizaran las locales como preparación y calibración para las parlamentarias. Los comicios locales de este año, que se celebraron junto con las elecciones al Europarlamento, también marcaron de alguna manera las expectativas para los tres domingos electorales de finales de otoño: por ejemplo, AUR obtuvo bastante menos de lo esperado, PNL obtuvo más. Este juego de expectativas se duplica ahora con los candidatos presidenciales. Ha habido candidatos, o posiblemente candidatos, que han estado esperando a ver cómo les valoraban las encuestas durante el verano antes de anunciarse oficialmente o no. Y ya tenemos dos candidatos que se "anunciaron" y más tarde anunciaron su retirada (Cozmin Gusa y Cristian Diaconescu, respectivamente, este último después de que comenzara nuestro sondeo), prácticamente antes de la presentación formal de sus candidaturas. ¿En qué punto nos encontramos ahora de cara a las elecciones presidenciales? Nos guiamos por las encuestas INSCOP realizadas en los últimos meses (bastantes) sobre este tema, incluida la más reciente (INSCOP para ILD, datos recogidos entre el 11 y el 16 de septiembre de 2024).
La primera observación es obviamente que, en comparación con los sondeos anteriores del INSCOP, Marcel Ciolacu se está acercando "peligrosamente", como dice un tópico de la prensa, a Mircea Geoană, que hasta hace poco era el único candidato con más del 20% en la primera vuelta. Las cosas parecen que van a cambiar con la aclaración del estatus de Ciolacu como candidato del PSD a la Presidencia de Rumanía. Por supuesto, la campaña real y la cercanía de las elecciones favorecen a los candidatos de los principales partidos, pero esto no es lo único que importa. Si este fenómeno ha funcionado para el primer ministro Ciolacu, queda por ver si funcionará para Elena Lasconi, o para Nicolae Ciucă, que parece ser el más necesitado de ayuda de su propio partido en estos momentos. Hay que decir, según los datos del INSCOP, basados en repetidas mediciones, que Nicolae Ciucă entra en la campaña propiamente dicha con una puntuación mucho más baja de lo que cabría esperar de un candidato del PNL, lo cual es un hecho. Elena Lasconi, por su parte, lo ha hecho sorprendentemente bien durante el verano (teniendo en cuenta además que en las elecciones de primavera USR no lo hizo nada bien, llegando incluso a hacer una desafortunada alianza con dos partidos más pequeños).Lasconi de alguna manera también se ha aprovechado del silencio de Marcel Ciolacu sobre la cuestión de su candidatura y de la trifulca muda pero no sorda entre PSD y PNL. USR tiene un electorado voluble, capaz de comportamientos entusiastas pero también depresivos. La prueba actual de Elena Lasconi para la primera vuelta no es ante todo convencer, sino movilizar, para ser impulsada a la segunda vuelta. Si esto ocurriera, podría hacerse visible para muchas personas que ahora no se dan cuenta de ello. Hay un parecido entre Mircea Geoană y Nicolae Ciucă, y este parecido podría por el momento dar que pensar al Sr. Geoană, debido a la aparente pérdida de tracción en las últimas dos o tres semanas. Para bien o para mal, tal como los percibe la opinión pública (porque se ha hablado de ambos en registros tanto positivos como negativos), son personajes más bien simbólicos. Un diplomático de larga trayectoria en nuestra política, que últimamente ha sido bien destacado por su cargo en la OTAN y el contexto internacional, y un general del ejército que, a pesar de toda la controversia que rodea sus misiones internacionales, ha estado sin embargo sobre el terreno. De nuevo, eso es un hecho. Los hechos sobre ellos son reales, pero tienen un valor simbólico. Pero, ¿son estos atributos de los dos candidatos suficientes para convertir una preferencia en un voto a medida que avanza la campaña electoral?
Marcel Ciolacu, para el hombre sencillo, es el único candidato con atributos reales a nivel nacional. Sabe que en las encuestas, desde hace treinta años, se confía menos en el Parlamento que en el Gobierno, ¿verdad? Pero, ¿por qué? El gobierno manda, y si el gobierno manda, ¿por qué los rumanos están más descontentos con el parlamento que con el gobierno? Porque, en la percepción de muchos rumanos, el gobierno hace algo, mientras que se considera que los parlamentarios no hacen nada. Así que en el triángulo Geoană-Ciolacu-Ciucă, Marcel Ciolacu es, para muchos, "el que todavía hace algo", aunque no tenga la dimensión internacional de los otros dos, guardando las proporciones, claro.
Otro aspecto que puede explicar la dinámica Geoană-Ciolacu es también la probable expectativa de una parte del electorado de Mircea Geoană de que su candidatura fuera adoptada por un partido que le apoyara antes de las elecciones. Y en la arena pública se había hablado en este sentido del PSD (asunto cerrado desde que Marcel Ciolacu aceptó su candidatura) e incluso del PNL, aunque de forma un tanto contraintuitiva. Por supuesto, es una ventaja que la gente sepa quién es Mircea Geoană, pero no sabemos realmente cómo enfocará Geoană la campaña real. Por el contrario, Lasconi, Ciolacu y Ciucă son visibles en la campaña y tienen actividades específicas.
Y una última observación por ahora: ¿dónde encajan los candidatos de baja puntuación en el panorama y, como dice el poeta nacional, "qué es lo que les mantiene en la refriega"? También en este sector hay una intensa actividad, pero el premio a la resistencia se lo lleva Cristian Terheș, que empieza a aparecer en varias encuestas, mientras que candidatos más notorios (Cozmin Gusa, y luego Cristian Diaconescu más recientemente) ya han abandonado la carrera, o son menos visibles (Ana Birchall).
