25 julio 09:37

Opiniones
Foto Inscop.ro
Gran agitación, grande. Llevo dos semanas escuchando comentarios en la tele sobre las últimas encuestas del INSCOP. Parece que han calado bien en la prensa y no creo que deban quedar sin explicación. Porque a veces se corre el riesgo de que los datos sean secuestrados por interpretaciones que no se ciñen a las cifras.
Me refiero al último barómetro INSCOP-Informat.ro, cuyas cifras han circulado por esta plataforma, y, más recientemente, a la encuesta realizada para el IICCMER, centrada en la nostalgia del comunismo.
Pero empecemos por la primera, porque trata exactamente de la actualidad.
En pocas palabras, se hablaba de cómo el PNL adelantaba al PSD en opciones teóricas de voto en el citado barómetro. Para los que hacen previsiones y no profecías es muy fácil entender la dinámica de estas cifras que reflejan las preferencias teóricas de voto. Estamos hablando de datos recogidos a finales de junio, en un contexto político en el que los puestos más importantes de la dirección están más cerca del PNL que del PSD. Esto no es una garantía; mientras tanto veremos cómo se aplica la "austeridad" y cómo verá la gente al primer ministro Bolojan después de estas decisiones. Después del verano, para ser precisos. No importa si antes es del PNL o del PSD. Las cosas pueden cambiar.
Pero tampoco olvidemos que a finales del año pasado y en la primera mitad de este, una parte del público del PSD emigró copiosamente al campo soberanista. Es ligeramente cómico cómo comentaristas que garantizaban al PSD un 30% hace unos años han acabado argumentando "20%, jefe", "es irreal pensar otra cosa". No me parece una actitud muy constructiva seguir negando el hundimiento de los partidos tradicionales y escudarse en el supuesto fondo común del PSD, cuando éste acaba de darle una bofetada negándole al primer ministro Ciolacu el acceso al despacho presidencial cuando, francamente, se hicieron algunas cosas, se dio algún dinero y se pasaron momentos realmente duros, sin culpa de Bucarest. Pero ya no basta. La gente quiere algo más: quiere una historia, no sólo autopistas y subvenciones. Mientras tanto, dos antiguos dirigentes del PSD han admitido, en intervenciones públicas, que el partido corre quizás el mayor riesgo en 35 años de perder el electorado del que tanto se enorgullecía por su estabilidad.
La discusión central hoy es que AUR está en el 40%, después de perder las elecciones presidenciales y todo desde noviembre hasta mayo. Si se quiere, tiene el 39%. Nada cambia. No trabajamos con microscopio.
Pero quizás aún más interesante que el indicador de voto parlamentario es el paquete sobre lo que me gusta llamar confianza en un mundo justo. En la justicia social, para ser precisos. Porque este triángulo -confianza en las instituciones/preferencia de voto/creencia en un mundo justo- explica muchas de las sorpresas a las que nos enfrentamos como sociedad y como sistema político, que, por desgracia, seguimos interpretando mal.
Los rumanos creen que el éxito es fruto de la corrupción o de las relaciones, que el Estado es el culpable de sus problemas, que les frena y que generalmente son los "pilotos" los que se benefician, no los competentes. Pero no se trata sólo del Estado. No se engañen. También se trata del mercado laboral y de las posibilidades de conseguir un buen empleo o un ascenso en una empresa privada seria.
Hay una desconfianza total, en todos los sectores de la vida social y económica y política de Rumanía. En este diagnóstico veo algo más triste. No es que estemos hablando de casos puntuales y desviados, sino de un sistema de funcionamiento de nuestra sociedad y economía en el que las "conexiones" son en realidad más útiles que la competencia en las burocracias, pero también para obtener contratos, ya sean públicos o privados. Esto es lo que creo que nos está diciendo la gente. Y estas cosas explican también la revuelta que injertó, casi irracionalmente, nuestro sistema político de noviembre a mayo.
Como vengo diciendo, no hablamos todavía tanto de radicalización o antieuropeísmo entre nuestros ciudadanos, sino de un descontento tan grande, derivado de un terrible desfase entre expectativas y realidad, que puede llevarnos a medio plazo a una situación incontrolable.
El tema, la queja fundamental de nuestra sociedad, no es la austeridad. El tema es la justicia social. Y si lo interpretamos mal, es precisamente con ocasión de la austeridad cuando lo convertimos en una bomba y en la antesala de la radicalización.
Los dos últimos párrafos nos llevan también a nuestro estudio más reciente, Percepciones públicas del comunismo. Observaciones de nostalgia. Algunos han dicho que los datos no muestran nada nuevo, que desde hace años existe una forma cosmetizada de ver la época dorada y a Nicolae Ceausescu, incluso después de que lo que los sociólogos llaman comunismo residual se haya desvanecido a medida que nos alejamos de los años 90. Y es cierto, ha habido cifras comparables, incluso el INSCOP ha medido esas cosas varias veces. Lo que ocurre es que ahora nos enfrentamos a un contexto político muy diferente y lleno de riesgos. Lo que no teníamos hace 10 años, por ejemplo. El juego de la memoria no era entonces un juego con el futuro. Luego, esta radiografía de la última encuesta del INSCOP es muy compleja, toca muchas dimensiones y se ofrece al público junto con un importante número de análisis estadísticos que detallan las respuestas por segmentos sociodemográficos relevantes. Y es sólo aquí donde vienen las sorpresas y donde debe comenzar el debate público y la política.
Por lo demás, si es extremismo o no, si es la mano de los "enemigos" o no, si es una valoración doctrinaria o no son temas para material futuro.
Me refiero al último barómetro INSCOP-Informat.ro, cuyas cifras han circulado por esta plataforma, y, más recientemente, a la encuesta realizada para el IICCMER, centrada en la nostalgia del comunismo.
Pero empecemos por la primera, porque trata exactamente de la actualidad.
En pocas palabras, se hablaba de cómo el PNL adelantaba al PSD en opciones teóricas de voto en el citado barómetro. Para los que hacen previsiones y no profecías es muy fácil entender la dinámica de estas cifras que reflejan las preferencias teóricas de voto. Estamos hablando de datos recogidos a finales de junio, en un contexto político en el que los puestos más importantes de la dirección están más cerca del PNL que del PSD. Esto no es una garantía; mientras tanto veremos cómo se aplica la "austeridad" y cómo verá la gente al primer ministro Bolojan después de estas decisiones. Después del verano, para ser precisos. No importa si antes es del PNL o del PSD. Las cosas pueden cambiar.
Pero tampoco olvidemos que a finales del año pasado y en la primera mitad de este, una parte del público del PSD emigró copiosamente al campo soberanista. Es ligeramente cómico cómo comentaristas que garantizaban al PSD un 30% hace unos años han acabado argumentando "20%, jefe", "es irreal pensar otra cosa". No me parece una actitud muy constructiva seguir negando el hundimiento de los partidos tradicionales y escudarse en el supuesto fondo común del PSD, cuando éste acaba de darle una bofetada negándole al primer ministro Ciolacu el acceso al despacho presidencial cuando, francamente, se hicieron algunas cosas, se dio algún dinero y se pasaron momentos realmente duros, sin culpa de Bucarest. Pero ya no basta. La gente quiere algo más: quiere una historia, no sólo autopistas y subvenciones. Mientras tanto, dos antiguos dirigentes del PSD han admitido, en intervenciones públicas, que el partido corre quizás el mayor riesgo en 35 años de perder el electorado del que tanto se enorgullecía por su estabilidad.
La discusión central hoy es que AUR está en el 40%, después de perder las elecciones presidenciales y todo desde noviembre hasta mayo. Si se quiere, tiene el 39%. Nada cambia. No trabajamos con microscopio.
Pero quizás aún más interesante que el indicador de voto parlamentario es el paquete sobre lo que me gusta llamar confianza en un mundo justo. En la justicia social, para ser precisos. Porque este triángulo -confianza en las instituciones/preferencia de voto/creencia en un mundo justo- explica muchas de las sorpresas a las que nos enfrentamos como sociedad y como sistema político, que, por desgracia, seguimos interpretando mal.
Los rumanos creen que el éxito es fruto de la corrupción o de las relaciones, que el Estado es el culpable de sus problemas, que les frena y que generalmente son los "pilotos" los que se benefician, no los competentes. Pero no se trata sólo del Estado. No se engañen. También se trata del mercado laboral y de las posibilidades de conseguir un buen empleo o un ascenso en una empresa privada seria.
Hay una desconfianza total, en todos los sectores de la vida social y económica y política de Rumanía. En este diagnóstico veo algo más triste. No es que estemos hablando de casos puntuales y desviados, sino de un sistema de funcionamiento de nuestra sociedad y economía en el que las "conexiones" son en realidad más útiles que la competencia en las burocracias, pero también para obtener contratos, ya sean públicos o privados. Esto es lo que creo que nos está diciendo la gente. Y estas cosas explican también la revuelta que injertó, casi irracionalmente, nuestro sistema político de noviembre a mayo.
Como vengo diciendo, no hablamos todavía tanto de radicalización o antieuropeísmo entre nuestros ciudadanos, sino de un descontento tan grande, derivado de un terrible desfase entre expectativas y realidad, que puede llevarnos a medio plazo a una situación incontrolable.
El tema, la queja fundamental de nuestra sociedad, no es la austeridad. El tema es la justicia social. Y si lo interpretamos mal, es precisamente con ocasión de la austeridad cuando lo convertimos en una bomba y en la antesala de la radicalización.
Los dos últimos párrafos nos llevan también a nuestro estudio más reciente, Percepciones públicas del comunismo. Observaciones de nostalgia. Algunos han dicho que los datos no muestran nada nuevo, que desde hace años existe una forma cosmetizada de ver la época dorada y a Nicolae Ceausescu, incluso después de que lo que los sociólogos llaman comunismo residual se haya desvanecido a medida que nos alejamos de los años 90. Y es cierto, ha habido cifras comparables, incluso el INSCOP ha medido esas cosas varias veces. Lo que ocurre es que ahora nos enfrentamos a un contexto político muy diferente y lleno de riesgos. Lo que no teníamos hace 10 años, por ejemplo. El juego de la memoria no era entonces un juego con el futuro. Luego, esta radiografía de la última encuesta del INSCOP es muy compleja, toca muchas dimensiones y se ofrece al público junto con un importante número de análisis estadísticos que detallan las respuestas por segmentos sociodemográficos relevantes. Y es sólo aquí donde vienen las sorpresas y donde debe comenzar el debate público y la política.
Por lo demás, si es extremismo o no, si es la mano de los "enemigos" o no, si es una valoración doctrinaria o no son temas para material futuro.