¿Cómo reaccionaría la OTAN si, una mañana, las fuerzas rusas ocuparan una pequeña ciudad de Estonia, invocando la protección de los "compatriotas rusófonos"? ¿Sería esto una invasión o solo una provocación? ¿Y estaría la Alianza dispuesta a arriesgar una guerra total por Narva, una localidad de 50,000 habitantes en la frontera con Rusia? Esta es la incómoda pregunta planteada por Carlo Masala, profesor de política internacional en la Universidad Bundeswehr de Múnich, en su diálogo con la BBC para The Global Story.
Con un tono agudo, Masala advierte que Europa se encuentra "en el período más peligroso desde la Segunda Guerra Mundial, incluso más tenso que la crisis de los misiles en Cuba". En su opinión, Rusia no se contenta con Ucrania, sino que está preparando "una prueba política" destinada a verificar si el Artículo 5 aún tiene valor práctico. Según la información que cita, Moscú está ampliando su ejército a 1.5 millones de soldados y produce anualmente "alrededor de 600 misiles balísticos y de crucero", a un ritmo que supera las necesidades del frente ucraniano. Al mismo tiempo, una guerra híbrida ya se está desarrollando en el territorio europeo: ataques cibernéticos, incendios en fábricas de armamento, drones y globos en el espacio aéreo de los países bálticos — "medidas destinadas a sembrar pánico y desconfianza en los gobiernos democráticos".
Para Masala, la conclusión es clara: "Si un estado miembro es atacado y la OTAN no interviene, entonces la Alianza está muerta. Para Rusia, esto sería la victoria suprema — no una conquista militar, sino una política." Carlo Masala parte de la idea de que Rusia no necesita una invasión total para socavar la seguridad europea. En su visión, el mayor riesgo para la OTAN no es una guerra convencional, sino un "test político" diseñado para poner a prueba la solidaridad entre los estados miembros. Una acción limitada, como la ocupación de una ciudad estonia con población rusófono, obligaría a la Alianza a decidir si invoca el Artículo 5 y arriesga un enfrentamiento directo con una potencia nuclear. En esencia, advierte Masala, la apuesta no es la conquista de territorios, sino la credibilidad: si la OTAN duda, pierde autoridad y legitimidad, y Rusia gana la guerra sin disparar un solo tiro.
Este análisis está en la base de su libro "If Russia Wins" (edición alemana "Wenn Russland gewinnt. Ein Szenario", C.H. Beck, 2025), un volumen conciso pero extremadamente claro, que transforma un ejercicio teórico en una advertencia práctica para los tomadores de decisiones europeos. Masala imagina una Rusia fortalecida tras la victoria en Ucrania, que pone a prueba a la OTAN mediante una incursión limitada en la ciudad de Narva en Estonia. El libro no es una predicción, sino una demostración lúcida de cuán frágil puede ser la unidad occidental ante una prueba psicológica y política. En lugar de preguntarse cuándo comenzará la próxima guerra, Masala propone una pregunta más incómoda: ¿qué hará Europa cuando la agresión no se presente como una guerra, sino como un dilema moral y estratégico?
De la orden liberal a la competencia por el poder
En el análisis de Carlo Masala, la guerra en Ucrania no es un conflicto aislado, sino el síntoma de un cambio profundo de paradigma en la política global. Detrás del frente en Donbás o de los bombardeos en Járkov se perfila un enfrentamiento mucho más amplio: una competencia por reglas, instituciones y modelos de poder. Masala sostiene que el mundo está entrando en una fase de reconfiguración del orden internacional, en la que las guerras convencionales, los ataques cibernéticos y las presiones económicas forman parte del mismo esfuerzo por imponer una nueva lógica geopolítica. Europa, atrapada entre las ambiciones revisionistas de Rusia y la retirada estratégica de Estados Unidos, corre el riesgo de ser el escenario donde se decide el destino de este orden. Desde este ángulo, el discurso de Masala se convierte en una radiografía de las vulnerabilidades occidentales. No se detiene en el análisis militar del conflicto, sino que sigue la cadena de causalidad que une el rearme de Rusia, la guerra híbrida que se desarrolla dentro de la Unión Europea, la fragmentación política y la erosión de la confianza pública. Cada uno de estos fenómenos es, en su visión, un eslabón en un escenario más amplio: el de una prueba destinada a demostrar que la OTAN ya no puede garantizar la seguridad colectiva de Europa.
El orden mundial, no solo Ucrania, dice Masala, el conflicto actual debe ser visto como una lucha por reglas e instituciones que modelan la seguridad global, no solo como una serie de confrontaciones regionales. Para el autor, la lealtad hacia el orden liberal está siendo puesta a prueba por potencias revisionistas, y la disputa se libra entre actores que quieren mantener el status quo y aquellos que quieren reconstruir la esfera de influencia por medios políticos y militares, no solo a través de batallas en el terreno. Esta reorientación de la competencia global transforma cada conflicto local en una prueba estratégica para la arquitectura internacional a largo plazo.
La guerra híbrida continúa y se intensifica en Europa, y Masala enfatiza las herramientas no convencionales utilizadas sistemáticamente, como ataques cibernéticos a administraciones locales, sabotajes a instalaciones sensibles, incursiones con drones y globos, y reclutamiento de "agentes de un solo uso" a través de canales oscuros. El objetivo de estas acciones no es necesariamente la destrucción física del enemigo, sino la erosión de la confianza de los ciudadanos en las instituciones, la proliferación del miedo y la fragmentación de la vida política interna, de modo que las decisiones de política exterior y defensa se vuelvan menos firmes.
El rearme de Rusia crea una ventana de oportunidad, argumenta Masala, refiriéndose a los planes de Moscú para alcanzar una fuerza de aproximadamente 1.5 millones de militares y niveles elevados de producción de misiles y blindados, ritmos que podrían hacer operativo un "test" político en los próximos años. El problema no es solo la capacidad, sino también la intención, y el autor advierte que existe en círculos de Rusia una disminución de la reverencia hacia el argumento de la protección colectiva de la OTAN, lo que hace más probable la tentación de verificar la solidaridad de la Alianza en condiciones controladas.
El escenario de Narva, un ejemplo de test político, estructura el riesgo en términos concretos: la rápida ocupación de una ciudad estonia mayoritariamente rusófono, justificada por la "protección de las minorías", pondría a Occidente ante un terrible dilema político, "¿merece una guerra total por una ciudad?"; en este contexto, la amenaza nuclear implícita se convierte en un instrumento de coerción. Masala describe cómo la Alianza podría fragmentarse en tres campos, uno favorable a una reacción militar inmediata, uno que busca negociaciones, y uno que prefiere evitar el riesgo nuclear, y tal división socavaría la funcionalidad del Artículo 5.
Las soluciones deben ser de capacidades y señales políticas, concluye Masala, Europa debe invertir rápidamente en defensa activa y en logística estratégica, como defensa antimisiles, capacidades de transporte y sistemas C4ISR, pero también coordinar señales políticas firmes que desincentiven las pruebas políticas. Es esencial que la preparación tenga en cuenta escenarios en los que EE. UU. no responda de inmediato, y Europa sea capaz de actuar sola, o en amplias coaliciones, como un frente franco-germano-polaco-británico, y al mismo tiempo construir resiliencia social contra la desinformación y el pánico interno.
El Artículo 5 en términos comprensibles
El Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte es la cláusula fundamental que define el principio de defensa colectiva. Establece que un ataque armado contra un estado miembro se considera un ataque contra todos, y los demás estados se comprometen a ofrecer "asistencia" de la manera que consideren necesaria, incluso mediante el uso de la fuerza armada. No es un mecanismo automático: la activación del Artículo 5 es una decisión política, que debe ser aprobada por unanimidad por el Consejo del Atlántico Norte. Solo después de este paso político sigue la respuesta militar, coordinada por el Comando Supremo Aliado en Europa (SHAPE). En la historia de la OTAN, el Artículo 5 ha sido invocado una sola vez, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando la Alianza reconoció los ataques terroristas contra Estados Unidos como un acto de agresión externa y movilizó recursos en apoyo de las operaciones estadounidenses en Afganistán.
Aunque el Artículo 5 no ha sido aplicado contra un estado, la OTAN se ha enfrentado frecuentemente a "pruebas" en la periferia. Rusia, China, Irán o Corea del Norte han recurrido a acciones provocativas que no superan el umbral formal de un ataque armado: violaciones del espacio aéreo, vuelos agresivos de aviones de caza, incidentes marítimos, ataques cibernéticos y campañas de desinformación. Estos son ejemplos de "zonas grises", en las que el adversario provoca sin ofrecer un pretexto claro para una reacción militar. Masala considera que un "caso límite" de este tipo es tentador para un agresor porque pone a prueba la solidaridad de la Alianza y la percepción pública, sin altos costos. Por ejemplo, las incursiones rusas en el espacio aéreo báltico o en la zona del Mar Negro no han generado respuestas directas, pero han permitido a Moscú medir la velocidad de reacción y el grado de cohesión entre los aliados.
Europa dispone de fuerzas modernas, pero sus capacidades estratégicas son desiguales e incompletas. En el ámbito aéreo, los estados europeos dependen de EE. UU. para el transporte estratégico (airlift) y para el reabastecimiento en vuelo (air-to-air refueling), elementos esenciales en la movilización rápida de tropas. En defensa antimisiles, solo unos pocos países (Alemania, Francia, Polonia, Italia) poseen sistemas avanzados, y su integración en una red continental está apenas comenzando. Europa también tiene déficits importantes de municiones y piezas de repuesto, tras años de subfinanciación, y un bajo nivel de producción interna. Además, las capacidades de vigilancia y reconocimiento (C4ISR), que dependen de satélites, drones y comunicaciones seguras, son en gran parte estadounidenses. En otras palabras, en caso de una crisis rápida, la Alianza sería vulnerable sin la infraestructura y la tecnología proporcionadas por Washington.
Contraargumentos y objeciones a la teoría de Masala
Existen voces que rechazan el escenario de Carlo Masala, considerándolo demasiado pesimista o improbable. El campo escéptico sostiene que Rusia no tiene ni la capacidad ni la intención de abrir un nuevo frente contra la OTAN. Tras las pérdidas sufridas en Ucrania, dicen, el ejército ruso está debilitado logísticamente, tiene la moral baja y enfrenta dificultades económicas internas. Además, el Kremlin sabe que un ataque contra un estado miembro de la OTAN desencadenaría una cadena de reacciones difíciles de controlar, arriesgando el aislamiento total de Rusia y su destrucción económica. Desde esta perspectiva, Moscú utiliza la retórica agresiva solo como un instrumento de disuasión psicológica, no como preludio para un enfrentamiento directo.
Un segundo argumento, frecuentemente invocado, es que la OTAN reaccionaría inevitablemente en caso de cualquier ataque, por limitado que fuera, porque toda su credibilidad se basa en la aplicación del Artículo 5. Los escépticos dicen que la alianza tiene procedimientos claros, cadenas de mando eficientes y fuerzas multinacionales ya desplegadas en los estados bálticos y en Polonia. Además, numerosos ejercicios conjuntos han demostrado la capacidad de reacción de las fuerzas de la OTAN, y la presencia estadounidense y británica en la región haría imposible una hesitación colectiva.
La respuesta al análisis de Masala se basa, sin embargo, en una distinción crucial: otra es la capacidad militar, otra es la voluntad política. El hecho de que la OTAN pueda reaccionar no significa que reaccionará automáticamente. La decisión depende del consenso político de los 32 estados miembros, del contexto interno de cada uno y de la percepción del riesgo nuclear. Rusia, afirma Masala, no apuesta por la superioridad militar, sino por la ambigüedad y el miedo, por la idea de que un conflicto limitado, acompañado de la amenaza atómica, dividiría a la Alianza e inhibiría una respuesta colectiva. Por lo tanto, la verdadera prueba no se trata de fuerza, sino de determinación y unidad política.
El impacto para la Unión Europea
El escenario de Carlo Masala tiene consecuencias directas sobre la estabilidad de la Unión Europea, más allá de la dimensión militar. En primer lugar, una prueba del Artículo 5 expondría el riesgo de fragmentación política entre los estados miembros: los países del flanco este exigirían una respuesta inmediata, mientras que algunos gobiernos del oeste, más prudentes o más dependientes económicamente de Rusia, abogarían por la contención y el diálogo. Esta ruptura de percepción afectaría la cohesión política de la Unión, amplificando las tensiones internas ya existentes en cuestiones como la migración, el presupuesto o la política energética.
Desde el punto de vista económico, la incertidumbre de seguridad se traduciría en un aumento de los costos de financiación, reubicación de inversiones y disminución de la confianza en los mercados europeos. Paralelamente, la defensa común y el apoyo a Ucrania ya generan presiones presupuestarias masivas, y un conflicto híbrido prolongado podría redirigir los fondos destinados a la transición verde y la innovación hacia gastos de defensa. Para Bruselas, el desafío será doble: mantener la solidaridad entre los estados miembros y, al mismo tiempo, evitar una espiral económica del miedo. En esencia, Masala advierte que la prueba de Rusia también sería una prueba de la madurez estratégica europea, en la que las decisiones rápidas y unitarias contarían más que las declaraciones de principio.
Para Rumanía, la apuesta es especialmente clara. Al estar en el flanco este de la OTAN y en el Mar Negro, Rumanía se encontraría en la primera línea de cualquier reconfiguración de la seguridad regional. La relevancia del Artículo 5 sería percibida no como un principio abstracto, sino como una garantía de supervivencia estratégica. En el contexto de un "test limitado" en la zona báltica, Bucarest tendría que gestionar una doble carga: fortalecer sus propias capacidades militares y mantener la confianza pública en que la alianza funciona efectivamente.
Las fortalezas de Rumanía residen en su posición estratégica, en la experiencia de cooperación con las fuerzas aliadas y en el desarrollo de una infraestructura de uso dual (civil y militar) que permite la rápida movilidad de las tropas de la OTAN. Sin embargo, las vulnerabilidades persisten: la interoperabilidad tecnológica con los socios, los bajos stocks de municiones y equipos, así como la necesidad de una comunicación estratégica coherente con la población frente a la desinformación. En una situación de crisis, la reacción de la sociedad dependería del nivel de resiliencia y de la capacidad de las autoridades para combatir la propaganda y el pánico informativo.
If Russia Wins / Wenn Russland gewinnt. Ein Szenario
El volumen de Carlo Masala es un ensayo-escenario conciso (aprox. 120 páginas) que utiliza el análisis prospectivo para poner a prueba la solidez del Artículo 5 de la OTAN a través de un caso-límite: la ocupación de la ciudad de Narva en Estonia. El libro propone un ejercicio de pensamiento estratégico sobre cuán fácilmente puede ser sacudida una alianza cuando la vacilación política se vuelve más peligrosa que el enfrentamiento militar. Carlo Masala es profesor de política internacional en la Universidad Bundeswehr de Múnich, coanfitrión del pódcast Sicherheitshalber y autor de varios volúmenes sobre orden internacional, resiliencia y defensa europea. Sus áreas de especialización incluyen las relaciones transatlánticas, la política de seguridad europea, la competitividad estratégica global y la guerra híbrida.