En octubre, en la reunión de la Organización Marítima Internacional en Londres, los funcionarios europeos fueron sometidos a presiones sin precedentes por parte de Estados Unidos, según fuentes anónimas citadas por Politico. Los diplomáticos fueron convocados a la Embajada de EE. UU., donde se les transmitieron amenazas relacionadas con las relaciones comerciales de sus países con EE. UU. y con las visas de los miembros de sus familias. Si no votaban de acuerdo con los deseos de Washington, las empresas de estos estados corrían el riesgo de pérdidas financieras, y las familias de los diplomáticos podrían haber enfrentado restricciones de visa.
Estas presiones fueron motivadas por la oposición del ex presidente Donald Trump a las medidas climáticas, y EE. UU. se opuso a la iniciativa de gravar la contaminación del transporte marítimo, considerando que esto afectaría a las empresas estadounidenses. Como resultado de una intensa campaña de cabildeo, la OMI decidió posponer un año la introducción del impuesto, una victoria significativa para Washington.
Los críticos consideran que este episodio socava el multilateralismo y marca una nueva ruptura en las relaciones entre EE. UU. y la Unión Europea. El secretario de Estado estadounidense Marco Rubio defendió las acciones de EE. UU., afirmando que la diplomacia basada en intereses nacionales es esencial.