El martes, los iraquíes participan en elecciones legislativas, un escrutinio que podría cambiar el paisaje político del país, siendo atentamente monitoreado por Irán y Estados Unidos. Irak, con una población de 46 millones, enfrenta problemas severos de infraestructura y corrupción, y muchos ciudadanos no creen que estas elecciones traerán cambios significativos. Más de 21,4 millones de votantes están esperando votar por 329 escaños, con un sistema de cuotas que asegura un cuarto de los lugares para mujeres y uno para minorías.
El actual primer ministro, Mohamed Shia al-Sudani, espera obtener un segundo mandato, mientras que la influencia del líder Moqtada Sadr ha disminuido, instando a sus seguidores a boicotear las elecciones. Los partidos sunnitas se presentan por separado, y la rivalidad en Kurdistán sigue siendo intensa. En este contexto, tanto Irán como EE. UU. desean mantener su influencia en Irak, a pesar de los desafíos internos y externos.
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